El coaching es una metodología para potenciar el despliegue de las potencialidades humanas. 

El Modelo de Coaching Dialógico con el que trabajo se basa en la antropología y la filosofía que establece una visión sobre quién es el hombre, como se desarrolla y como alcanza su plenitud.

Es un proceso de acompañamiento para superar retos y metas personales,  y además saldrán de ti, el coach no aconseja, acompaña en el proceso, y te ayuda a encontrar el camino.

Te recomiendo esta entrevista para profundizar en el coaching...

Te ofrezco la oportunidad de cambiar. Te ofrezco herramientas eficaces para resolver tu retos.

Te ofrezco apoyo y una mirada diferente  para que tú encuentres la manera de resolver tus propios retos, problemas o dificultades.

Te ofrezco la experiencia de haber sido certificado en la que considero la mejor escuela de coaching de nuestro país, la  Universidad Francisco de Victoria en el IDDI: Instituto de Desarrollo Directivo Integral.

"Pedro es una persona increíble, dispuesto a darte el empujón que te falta,  siempre alegre y muy profesional. Transmite una energía positiva que no es fácil de encontrar en las personas, te ayuda a descubrir tus metas y a desarrollar el potencial que llevas dentro. Al salir de la sesión de Coaching, uno se siente diferente, con el pensamiento de que todo lo que quieres y te rodea esta en tu mano, siendo tú mismo el verdadero dueño de tu destino. 

Te estaré siempre agradecido, Pedro."

Ignacio. 2016.

"Pedro es especial. Y además un gran coach. Es una persona con una enorme profundidad y amplitud vitales, que transmite y trasciende. Con su experiencia y capacidad de guía ha puesto en mis manos herramientas de coaching para poder crecer, avanzar y sobre todo, ser. Sin duda lo recomiendo, para mí una gran ayuda. Gracias Pedro, de corazón." 

Juan,  2017

“En aquel momento, Pedro me propuso elegir un objeto de su estantería de tesoros. Para mí, la mayoría me son auténticos desconocidos: soy incapaz de mensurarlos en su valor y utilidad. Y de entre todos (Y había muchas cosas allí) fui a coger concretamente un pequeño frasco translúcido. Dicho frasco resultó ser un lacrimatorio con más de dos mil años, una suerte de vial que usaban en la antigüedad clásica donde se derramaban las lágrimas. Me parece acojonante: yo reflexionando sobre la tristeza, llorar y avanzar, y voy y elijo -sin saberlo, redemonios- el único objeto de una colección impresionante que podía conectarme con cientos de personas. Y conectarme, además, en circunstancias semejantes a la mía. ¿Es una coincidencia? No lo creo.

De pronto, las posibilidades se volvieron infinitas. La tristeza ya no me aporta dolor o promesas aciagas, sino determinación y concentración. Increíble.”

Ángel, 2016