No me ha quedado más remedio
que sentir la emoción prohibida.
La sensación desgarbada
que te seca los surcos de las lágrimas
hasta que notas las cuencas
como cicatrices de heridas vacías.
Has escuchado tus bocanadas
de pez moribundo
mientras resonaban los ecos
de voces sabias
que te lo dijeron mil veces
como las lenguas de doble filo.
Por inmersión, bajando a la fosa,
has iniciado un nuevo camino de descenso
que estaba obstruido por el miedo,
por la comodidad del intelecto.
Has dejado que tu sangre te acune
con su modo salvaje,
pero lleno de amor
Al final te has permitido
algo que estaba a un segundo de una elección
y que era tan sencillo
como dejar que la tristeza te cantara
con todo su blues.