Al coaching le sucede como a la antropología, son dos universos que necesitas experimentar desde dentro para comprender su enorme potencialidad para intentar conocer en profundidad al ser humano. El hecho de abrir la ventana del camino del coaching es como contemplar el Aleph de Borges, es un viaje que contiene todo un universo en el que el límite del aprendizaje lo pones tú o tu reloj biológico.
El primer paso para adentrarte en este fascinante mundo requiere un proceso de selección del lugar en el que vas a vivenciar la experiencia en primera persona del coaching y en el que además vas a formarte. Experimentar el coaching, someterte a procesos de supervisión y de mentorización, es una parte clave del proceso que se complementa con la docencia. Es decir, como además es caro, es lógico que busques garantías de calidad educativa. Particularmente, tuve la suerte de ser bien aconsejado y escogí una universidad con experiencia y con las acreditaciones necesarias para poder disponer de las máximas garantías para que mi título de certificación pudiera darme acceso a la International Coach Federation. ICF es “la mayor organización de coaches a nivel internacional y la decana con más de 20 años de promoción de los más altos estándares éticos y de calidad en esta profesión”.
El segundo paso es intentar hacerte una composición de lugar de la cantidad de materias y contenidos que se ramifican en una disciplina que no sólo crece en todo el mundo, sino que está abocada a una regulación formal en el campo académico. Es más, aunque se está incorporando a numerosas universidades como posgrado, a mi juicio es sólo una cuestión de tiempo que alguna universidad dé el primer paso para una estructuración en asignaturas y ponga en marcha el primer grado en coaching en nuestro país. En este sentido, para esa composición de lugar, el estudio es imprescindible: lingüística, filosofía, psicología, antropología, sistémica, programación neurolingüística, inteligencia emocional, comunicación no violenta, liderazgo, espiritualidad, etc. Y, desde luego, ahondar en el proceso paralelo de crecimiento personal que es inevitablemente retador y enriquecedor a la par.
El tercer paso es acreditarte mediante una escuela y mediante alguna entidad o federación que avale tu calidad profesional a través de exámenes teóricos y prácticos que establezcan unos estándares de calidad. En mi caso particular he optado la combinación de la Universidad Francisco de Vitoria para la formación y acreditación universitaria y ICF en la que he obtenido la certificación ACC (coach asociado certificado), el primer escalón de un recorrido profesional apasionante.
El cuarto paso es enfocarte en tu práctica del coaching dando el cien por cien en cada sesión y construir tu profesión mediante tus resultados. Y para eso, necesitas vender tu producto con claridad, honradez y creatividad. Además, debes tener clientes satisfechos. Es decir, la misión de un coach es acompañar en el desarrollo personal o profesional, tanto a personas como a equipos. Y como los sistemas se autorregulan solos, será el tiempo quien dictamine la calidad de tu trabajo, que en mi opinión es directamente proporcional al sumatorio del trabajo de crecimiento personal, a tu grado de coherencia vital, a tu madurez profesional, al nivel de preparación de cada sesión, a los retornos de inversión que logres y a tu compromiso con tu oficio reciclándote, supervisándote y tratando de mejorar cada día.
El quinto y último paso es personal: agradecer a la vida cada día la oportunidad de contribuir al apoyo de las personas y los equipos mediante el coaching, porque tratar de aportar belleza y felicidad al mundo mediante procesos de cambio es un auténtico privilegio.