Clasifico a las personas indeseables en dos tipos: las que te roban la energía y las que te cambian la energía.
Las que te roban la energía, se caracterizan por instalarse en una actitud que puede producirte desgaste crónico. En general, apuestan por el “noísmo”, por el desánimo, por la desmotivación. Son aquellas personas que casi siempre te dicen que “no se puede” y, además, luchan con todas sus fuerzas para que no puedas crecer, ni evolucionar. Suelen ser talibanes del miedo, radicales del “eso es imposible” y entristecen con el éxito ajeno, por lo que intentan neutralizar cualquier desarrollo personal o profesional. Por otro lado, están los que te cambian la energía, son aquellas personas que intentan alterar tu estado de ánimo a través de la culpa, de la queja continua, de la agresión verbal. También pertenecen a esta categoría, aquellos individuos que creen saberlo todo, y los que tratan de imponer su voluntad a toda costa sin respetar tu punto de vista, menospreciándote. Te suena de lo que hablo, ¿no? Puedes visualizar a alguien verdaderamente tóxico ¿verdad? Vamos a centrarnos en el segundo tipo de indeseables, las personas que te cambian el paso.
El hecho, es que la mejor solución es salir de la inercia infernal a la que te someten los indeseables y huir de ellos como alma que lleva el diablo. No lo dudes: saca a ese “ser” de tu vida lo antes posible, porque, probablemente, seguirá proyectando en ti de forma consciente o inconsciente sus inseguridades, sus problemas de autoestima, sus miedos y sus miserias.
Lo que no te he dicho todavía es qué hacer con aquellas personas indeseables que son parte del trabajo diario, que son miembros de tu familia o que las circunstanciasw no te permiten que te alejes de ellas.
La buena noticia es que es posible ponerles límites, y la noticia inmejorable es que van a convertirse en tus mayores aliados para el crecimiento personal, porque la responsabilidad de que alguien traspase tus límites es tanto tuya como suya. ¿Y por qué? Porque quien no se respeta a sí mismo, difícilmente puede conseguir hacerse respetar. Es decir, que cada vez que permites que alguien traspase tus límites, te estás diciendo a ti mismo que no tienes derecho a que te respeten o que no lo mereces.
La clave del asunto está es iniciar un proceso de cambio personal. Hay una ley del comportamiento humano que dice que “nadie puede cambiar a nadie, sólo puedes cambiar tu actitud frente a la conducta del otro. No hace sentir mal quien quiere, sino quien puede y, casi siempre, si lo piensas con detenimiento, depende de ti.
Algunas píldoras que te dejo para que las pongas en práctica son: No entres en su juego, decide vivir en paz. Define cómo quieres comportarte con él o ella. Deja de pensar permanentemente en la persona y en lo que opina de ti. Siéntete con seguridad o finge hasta que así sea. Deja a un lado tu ego y no pienses que todo lo que la persona hace es algo contra ti. Deja de interpretar el papel de víctima. Por último, y como píldora extra, convéncete de tu derecho a ser feliz.
En resumen, es posible cambiar y merece la pena intentarlo. Vuélvete un poco egoísta y empieza por pensar en ti. Y si no te sale a la primera, paciencia, repite y no te preocupes, ni te desilusiones, porque es lo más normal del mundo. Lo importante es que te conciencies de que al final lo conseguirás, y el asunto es suyo, no tuyo y que no vas a permitir que lo proyecte en ti. Como truco final, para mí, fue muy útil repetir mentalmente antes de cada encuentro tóxico: “Este dolor no es mío, es tuyo, quédate tú con él.”
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