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Estoy preparando un taller de creatividad para un congreso de educación y repasando notas, presentaciones y talleres anteriores. Como siempre, enfrentándome al solitario trabajo de proyección mental e imaginación para que los contenidos se acomoden a los participantes. Este es uno de mis principios como formador: nunca impartir una sesión que no esté expresamente preparada para la ocasión. Pienso que el día que repita un contenido idéntico de principio a final, sabré que habrá llegado el momento de cambiar de actividad.
La creatividad es universal y es consustancial al ser humano. Todos somos creativos, sin excepción. Y es un mito afirmar que la creatividad es solo cosa de genios. Me pregunto cuántas veces he escuchado la frase: “yo no tengo ritmo para la música”, “yo no tengo oído”, “yo no sé dibujar”, “yo no entiendo el arte abstracto”, “yo no tengo imaginación”, etc.
En realidad, lo que sucede es que no hemos sido entrenados para desarrollar nuestras habilidades, que hemos tenido profesores inútiles para enseñarnos, que no nos han dedicado el tiempo para educar nuestra sensibilidad, o que no se han creado las condiciones para que exploremos más el campo de la creatividad. Pero todos somos creativos. Fíjate, el modo en que ordenas las palabras al hablar es un acto creativo. La manera como te has vestido es un ejercicio creativo. La forma en que dispones tu mesa, es una organización creativa del espacio.
Cuando silbas estás haciendo una interpretación creativa de la melodía de una canción. Cuando cocinas, estás aplicando la creatividad al tiempo, al color, a la forma, al sabor. Cuando resuelves una situación complicada en el trabajo, es fruto del uso inconsciente de la creatividad.
Lo que sucede es que asociamos la creatividad a la producción artística, o a la creación científica fundamentalmente, pero esa es una visión de la realidad con poco ángulo de visión. La creatividad es un compendio de herramientas del pensamiento aplicada por toda la especie humana. Es un tema largo para resumirlo aquí, sin embargo la creatividad se compone, enumerando algunos de sus componentes, de la observación, la empatía, la abstracción, la imaginación, el reconocimiento de pautas, el juego, la analogía, la transformación, la sinestesia, el pensamiento dimensional, el pensamiento corporal, el modelado, la síntesis, etc. Por otro lado, sabemos que todas las ideas proceden de ideas anteriores.
Hay quien afirma que “la originalidad es el plagio no detectado”, porque nada es completamente original. Ante esta tesitura, una de las claves para potenciar la creatividad sería aprender a robar ideas, es decir, copiar tantas ideas como nos sea posible, hasta que seamos capaces de tener las nuestras. O como dice Emilio Duró en su conferencia sobre el optimismo: “no innovéis, copiad, copiad, copiad”. Recuerdo un compañero del doctorado que siempre me decía bromeando: “¿te has fijado que si copias a uno es plagio y si copias a cien, es investigación?”
Bromas aparte, para potenciar esa creatividad que todos tenemos latente, no hay nada tan formativo como nutrirnos de buenas ideas, elaborar nuestro propio árbol genealógico de influencias creativas, independientemente del campo del conocimiento que nos apasione. Por ejemplo, si te gusta el fútbol roba las ideas de la forma de jugar de todos tus futbolistas favoritos, si te gusta tocar la guitarra, roba las ideas de tus guitarristas de referencia, si te gusta la poesía, roba las metáforas de los clásicos; si te gusta la fotografía, roba los encuadres de los grandes de la fotografía.
Convencerse de que eres creativo es el primer paso para serlo. Si te quieres divertir, empieza haciendo dibujitos en una libreta durante las reuniones, haz listas de ideas, utiliza YouTube para inspirarte, busca las conferencias TED en internet, lee libros de creatividad, pero sobre todo, ponte a producir. Estoy seguro de que con un poco de constancia te convencerás de que efectivamente eres un ser creativo y entonces, verás el mundo desde otro punto de vista.