Publicado en Revista Aquí
Había una vez un circo cuya mayor atracción era un gran elefante blanco que tenía una fortaleza fuera de lo común. En su número, que era el momento más esperado del espectáculo, el domador colocaba sobre una plataforma en el suelo dos caballos y cuatro hombres. Mientras redoblaban los tambores y sonaban las trompetas de la orquesta, el elefante enroscaba su trompa en una gruesa maroma y, ayudado por el domador, tiraba firmemente hacia atrás accionando una polea que elevaba la plataforma y su carga.
Al llegar a los tres metros de altura, el público estallaba en un estruendo de vítores y aplausos, momento en que el domador le invitaba a depositar suavemente en el suelo la plataforma. Los caballos, ya en tierra firme, daban vueltas con dos jinetes cada uno alrededor del elefante. Al final, todo el mundo se marchaba a casa con una sensación de bienestar y de admiración por la fuerza del gran elefante blanco.
Una noche, un niño que cumplía años consiguió el permiso del propietario del circo para visitar al elefante. Cuando llegó al lugar en el que estaba encerrado, su sorpresa fue mayúscula ya que el gran elefante solamente tenía como sujeción una pata atada a una pequeña estaca con un cordel muy fino. Inmediatamente, preguntó al domador que cómo era posible que un elefante tan poderoso no se escapara.
El domador, amablemente, le explicó que cuando el elefante, apenas una cría que no se tenía en pie, llegó al circo, le ataron con ese mismo cordel una de sus patas a la pequeña estaca y, cuando trataba de escaparse, el dolor que le producía en la pata le habituó a no intentar huir. Ahora, de adulto, seguía creyendo que, si intentaba escapar, el dolor le paralizaría, por lo que ni siquiera se movía.
Personalmente, estoy convencido de que el ser humano por naturaleza nunca deja de aprender, como tampoco deja de buscar el sentido. Sin embargo, esclavizados por una burbuja de inercia, no nos paramos a pensar. Motivados por las urgencias, olvidamos lo importante. Arrastrados por nuestros prejuicios, confundimos la realidad con la imagen que nos hemos creado. Acostumbrados a funcionar con un modelo mental individualista, descuidamos nuestras relaciones sociales. Seducidos por el supuesto éxito profesional, dejamos de dedicar tiempo a nuestra familia. Por miedo a la soledad, compartimos el espacio con parejas que no tienen ya nada que ver con nosotros. Alienados, nos dedicamos infelices a buscar el poder, el prestigio, el estatus, y la riqueza.
En este caos vivimos, somos una sociedad enferma, con síndromes culturales tales como la anorexia, la bulimia, los nervios, la ansiedad, la depresión, la fibromialgia y un empacho social sin precedentes. A la vez, es el mejor momento de la historia para disfrutar de la vida: ya no cumplimos nuestra mera función biológica de tener una prole, transferir el genoma y lograr que nuestra descendencia sobreviva hasta ser capaz de volver a reproducirse para morirnos después. El reto (ahora que nos sobra el tiempo) es identificar cuál es nuestra misión en la vida, descubrir cuál es nuestro yo esencial, aprender a conseguir nuestros propósitos y, en definitiva, entrar en el círculo de aprender, desaprender y reaprender hasta romper el cordel que nos inmoviliza, como al gran elefante blanco.
Mi propuesta, es la de tratar de acercarnos juntos a un territorio de reflexión y aprendizaje conjugando diferentes disciplinas: la economía, el arte, la antropología, el coaching y la programación neurolingüística, siempre desde una perspectiva creativa que nos ayude a pensar y a crecer como personas. Y, por descontado, intentaré que lo pasemos bien, porque, a mi juicio, no hay nada más apasionante que el conocimiento.
Entre otros temas, veremos cómo tomar mejores decisiones, trucos para planificar mejor nuestro día a día, indagaremos en los factores que influyen para conseguir equipos de alto rendimiento, dialogaremos con nuestra vulnerabilidad, veremos la importancia de los sistemas y las relaciones, analizaremos las estructuras ocultas en el lenguaje, abordaremos cómo conseguir vender mejor a través de nuestra observación, e incluso por qué a veces cuanto más nos empeñamos en algo, menos lo conseguimos. De todo esto y de mucho más, hablaremos en esta Zona de Optimismo. Avancemos paso a paso.
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