ARCO DE PALACIO, TOLEDO

Fotografiar Toledo es un esfuerzo permanente de extrañamiento. Primero por vivir dentro del caso histórico, lo que recuerda la máxima etnográfica de que “la familiaridad ciega el ojo”. Por otro lado, porque la ciudad está cartografiada visualmente como lo están Firenze o New York.  A pesar de ello, es difícil no caer seducido por escenarios visuales como el que ofrece el marco de la Calle Arco de Palacio con ese puente arquitectónico cubierto que une el Palacio Arzobispal con la Catedral. Cuentan las malas lenguas que en Toledo, un referente de buenas maneras y cuidadas formas, uno de los leitmotiv de los toledanos ha sido a lo largo de la historia “que lo que haga tu mano izquierda, no lo sepa la derecha”, por lo cual arcos, pasadizos, túneles, cuevas y cobertizos han permitido comunicarse con discreción frente a ojos curiosos sin revelar nada. Qué duda cabe que esas construcciones, por su rareza y por la magia que le dan a una imagen, hacen lo obvio inevitable, teniendo que capturar lo manido, lo agotado por repetición, aunque cumpliendo con la fotogenia prometida que siempre ofrece la ciudad de los turistas. La contrapartida es que también es la ciudad de los que anidamos en su vientre y podemos disfrutarla tranquilos, dialogando con su arquitectura y con su historia paso a paso, foto a foto.

Escribir comentario

Comentarios: 0